Por Leonardo Coutinho, 14 marzo 2015
Desde hace dos meses los argentinos se preguntan qué pasó el 18 de enero, día en que el Fiscal Alberto Nisman fue encontrado muerto en el baño de su apartamento en Buenos Aires. Tan solo cuatro días antes, este había presentado a la justicia una denuncia contra la presidente Cristina Kirchner y otras cuatro personas acusadas por él de encubrir la participación de Irán en el atentado terrorista que dejó un saldo de 85 muertos y 300 heridos en la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (Amia), en 1994. En el documento, Nisman explica que, además de la firma de un Memorándum de Entendimiento que permitiría a Irán interferir en la investigación del caso, la república islámica quería que la Argentina retirara cinco iraníes y un libanés de la lista de buscados por Interpol. El gobierno argentino intentó de todas formas descalificar su labor. Hace tres semanas, un juez recusó formalmente la denuncia efectuada por Nisman, que había sido presentada nuevamente por un nuevo fiscal. Sin preocuparse por esconder su alineación política con el gobierno, el juez aprovechó la recusación de la denuncia de Nisman para elogiar a la presidente y su administración.
Todo indicaba que el delito por el cual Nisman había acusado a Cristina y otros miembros de su gobierno se tornaría uno más de tantos episodios misteriosos de la historia argentina reciente. Sin embargo, un acuerdo entre países, aún realizado en las sombras, ha dejado rastros. Desde 2012, doce altos funcionarios del gobierno chavista buscaron asilo en Estados Unidos, donde están colaborando con las autoridades en investigaciones sobre la participación del gobierno de Caracas en el narcotráfico internacional y el apoyo al terrorismo. VEJA conversó, por separado, con tres de los doce chavistas exiliados en Estados Unidos. Para evitar represalias contra sus familiares en Venezuela, estos pidieron que su identidad no fuese revelada en el reportaje. Todos formaron parte del gabinete de Chávez. Después de la muerte del coronel en 2013, compartieron el poder con Maduro, de quien se apartaron tras algunos meses. Los exintegrantes de la cúpula del gobierno bolivariano cuentan que estaban presentes cuando los gobernantes de Irán y Venezuela consideraron, en Caracas, el acuerdo que el Fiscal Nisman denunció en Buenos Aires. Según estos, los representantes del gobierno argentino recibieron grandes cantidades de dólares en especie. Según los chavistas disidentes, a cambio del dinero Irán pidió que la autoría del atentado fuese encubierta. Los argentinos también debían compartir con los iraníes su larga experiencia en el ámbito de los reactores nucleares de agua pesada, un sistema anticuado, caro y complejo, pero que permite obtener plutonio a partir de uranio natural. Este atajo es de gran provecho para un país interesado en construir bombas atómicas sin necesidad de enriquecer uranio, pasando desapercibido para las autoridades internacionales de vigilancia.
En la mañana del sábado 13 de enero de 2007, cuentan los chavistas, el entonces presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, desembarcó en la capital de Venezuela para su segunda visita al país. Cumplidas las ceremonias protocolares, Chávez recibió a Ahmadinejad para una reunión en el Palacio de Miraflores, acompañados por solo los guardaespaldas de ambos, el intérprete y miembros del primer nivel del gobierno venezolano. El encuentro se realizó alrededor del mediodía, poco antes del almuerzo, y la conversación duró unos quince minutos. Hablaron sobre los acuerdos bilaterales, las inversiones en el sector del petróleo y el intercambio de estudiantes. Fue entonces que Ahmadinejad dijo a Chávez que necesitaba un favor. Un militar que presenció la reunión relató a VEJA el siguiente diálogo:
Ahmadinejad – Es un asunto de vida o muerte. Necesito que intermedie ante Argentina una ayuda para el programa nuclear de mi país. Necesitamos que Argentina comparta con nosotros la tecnología nuclear. Sin la colaboración de este país, será imposible avanzar en nuestro programa.
Chávez – Muy rápidamente. Lo haré, compañero.
Ahmadinejad – No se preocupe por los gastos involucrados en esa operación. Irán la respaldará con todo el dinero necesario para convencer a los argentinos. Hay otra cuestión. Necesito que usted desmotive a la Argentina a que siga insistiendo ante la Interpol para que detenga a autoridades de mi país.
Chávez – Me ocuparé personalmente de eso.
Los presidentes dieron por concluida la reunión y se fueron a almorzar. Luego, celebraron una nueva reunión. Esta vez, solo con la presencia del intérprete iraní. Los chavistas exiliados en Washington dijeron a VEJA haber tenido participación directa en las diligencias realizadas por Chávez para atender el pedido de Ahmadinejad. Los dos gobernantes vieron en la compra de títulos de la deuda argentina por Venezuela, que ya venía ocurriendo desde 2005, una oportunidad para atraer a la Argentina hacia un acuerdo. En 2007, el Tesoro venezolano compró 1.800.000 millones de dólares en títulos de la deuda argentina. A fines de 2008, Venezuela estaba en posesión de 6.000 millones de dólares en títulos de deuda soberana argentina. Para la Argentina el negocio fue formidable, dado que la permanente amenaza de moratoria ahuyentaba a los inversores. Los Kirchner, Néstor y Cristina, agradecieron varias veces públicamente a Chávez por la operación financiera.
La transferencia directa de dinero de Caracas a Buenos Aires fue menos refinada y más problemática. En agosto de 2007, Guido Antonini Wilson, un empresario venezolano radicado en Estados Unidos, fue atrapado por la aduana argentina cuando intentaba ingresar al país con una maleta con 800.000 dólares. Posteriormente, este que el dinero se destinaba a la campaña de Cristina Kirchner, que dos meses después resultaría electa presidente de Argentina, en sucesión de su marido, Néstor. Coincidentemente, Chávez tenía agendada una visita oficial a la capital argentina para dos días después de la detención de Antonini. Uno de los exintegrantes del gobierno chavista entrevistados por VEJA estaba con Chávez cuando fue notificado de la detención por Rafael Ramírez, entonces presidente de PDVSA, empresa estatal de petróleo, y hoy embajador de Venezuela ante la ONU. Chávez reaccionó con un improperio y preguntó quién había sido el “idiota” que había coordinado la operación. “El dinero era originalmente de Irán para la campaña de Cristina Kirchner”, dice el testigo de la escena. Y agrega: “No puedo afirmar que ella sabía que el dinero era iraní, pero es seguro que sabía que provenía de una fuente clandestina”.
Antonini fue liberado enseguida y, de regreso a los Estados Unidos, buscó al FBI, el organismo policial federal de los Estados Unidos, para dar explicaciones sobre el episodio de la maleta. El servicio de inteligencia chavista intentó disuadir a Antonini de su intención. La operación se describe en el libro Chavistas en el Imperio, del periodista cubano-estadounidense Casto Ocando, basado en los archivos del FBI sobre Antonini. Según Ocando, los agentes de Henry Rangel Silva, jefe del servicio de inteligencia, ofrecieron abogados a Antonini y, luego del rechazo, amenazaron de muerte al empresario y su hijo. Las conversaciones con los abogados pagos por los venezolanos fueron grabadas por el FBI. En una de ellas, ocurrida el día 7 de septiembre de 2007, estos dijeron que Caracas estaba dispuesta a pagar 2 millones de dólares por el silencio de Antonini. Los espías fueron detenidos y acusados de conspiración. En su libro, Ocando acierta al concluir que Chávez estaba dispuesto a todo para encubrir el origen del dinero, incluso a asumir la culpa por la remesa, atribuyéndola a la PDVSA. Lo que Ocando no sabía, pero ahora es conocido, es que los recursos vinieron de Irán.
El dinero hacía escala en Venezuela de la misma forma que era enviado a Argentina: en maletas. En la reunión en que Ahmadinejad pidió a Chávez que atrajese convenciese a la Argentina de llegar a un acuerdo, los dos presidentes también decidieron establecer un vuelo en la ruta Caracas, Damasco y Teherán, que después fue apodado por la cúpula chavista de “aeroterror”. Entre marzo de 2007 y septiembre de 2010, un Airbus A340 hacía esa ruta dos veces por mes. Según los chavistas entrevistados por VEJA, cuando partía de Caracas, la aeronave iba cargada de cocaína. También eran transportados documentos y equipo, sobre los cuales los exfuncionarios chavistas no conocen detalles. La droga era descargada en la capital de Siria, desde donde era redistribuida por Hezbollah, grupo terrorista del Líbano. Desde 2012, cuando los primeros chavistas comenzaron a exiliarse en Estados Unidos, las autoridades americanas saben que el narcotráfico suplantó a Irán como principal fuente de financiamiento del Hezbollah. Al regreso, el Airbus traía dinero en efectivo y terroristas buscados internacionalmente.
Uno de los principales operadores de los vuelos Caracas-Teherán era el ministro del interior de Venezuela, Tareck El Aissami, hoy gobernador del estado de Araguá. El Organismo Estadounidense de Lucha contra el Narcotráfico (DEA) recogió diversos testimonios que apuntan a un contacto político como enlace entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y Hezbollah. El Aissami tenía como representante al libanés Ghazi Nasr al-Din, entonces agregado comercial de la Embajada de Venezuela en Damasco. Al-Din, que a fines de enero entró en la lista de los más buscados por el FBI, tenía la misión de producir y distribuir pasaportes venezolanos para ocultar la verdadera identidad de los terroristas que viajaban por el mundo. Entre los encubiertos estaba el clérigo Mohsen Rabbani, citado por Nisman como ejecutor del atentado contra la Amia. Utilizando un pasaporte concedido por Al-Din, Rabbani visitó secretamente Brasil por lo menos tres veces. También teniendo como objetivo el “aeroterror”, en 2010 Venezuela continuó proporcionando documentos para encubrir terroristas. Según uno de los chavistas exiliados, a mayo de 2013 el gobierno de Caracas daba refugio a por lo menos 35 integrantes del grupo Hezbollah.
Los chavistas entrevistados para este reportaje no saben si los iraníes fueron exitosos en obtener información sobre el programa nuclear argentino que Ahmadinejad tanto quería. A pesar de haber pertenecido al círculo más próximo del presidente, las conversaciones sobre ese tema estaban reservadas a los ministros de Defensa de Venezuela e Irán. Del lado argentino, la interlocutora era la ministra de Defensa Nilda Garré, actualmente embajadora de su país en la Organización de los Estados Americanos (OEA). Garré es una exguerrillera montonera que se encontró en diversas oportunidades con Chávez, manteniendo con él una estrecha relación que se oficializó en 2005, cuando fue nombrada embajadora de Argentina en Caracas. Según uno de los desertores chavistas, fue Chávez quien pidió a Néstor Kirchner que propusiera a Garré para el puesto. Chávez y Garré tenían también una relación personal íntima, que solo tiene interés público por ser uno de los componentes de la alianza política entre los dos países. “Era algo del estilo 50 Sombras de Grey”, afirmó el exfuncionario chavista. Según este, cuando Chávez y Garré se encontraban en el gabinete del líder venezolano en el Palacio de Miraflores, los sonidos de fiesta se oían desde lejos. Después de seis meses, Garré volvió a Buenos Aires para asumir la cartera de Defensa. Permaneció en el cargo hasta fines de 2010. “No puedo afirmar que el gobierno de Argentina haya entregado secretos nucleares, pero sé que recibió mucho por medios legales (títulos de la deuda) e ilegales (maletas de dinero) a cambio de algo muy valioso para los iraníes”. Según otro chavista exiliado: “En Argentina, quien custodia esos secretos es la exembajadora Garré”. Existen semejanzas entre los reactores nucleares de Arak, en Irán, y los de Atucha, en Argentina. Ambos fueron planeados para producir plutonio, elemento esencial para la fabricación de armas atómicas, usando solo uranio natural. La diferencia es que Arak debería haber entrado en operación el año pasado, pero no hay indicios de que eso haya ocurrido efectivamente. El reactor de Atucha funciona desde 1974 y genera el 2,5% de la energía eléctrica de Argentina. La tecnología nuclear de los argentinos también era útil para poner en funcionamiento la usina de Bushir, inconclusa desde 1979. Bushir fue inaugurada en 2011. Tal vez la ministra Garré pueda ofrecer un panorama más nítido del acuerdo Teherán-Buenos Aires pergeñado en Caracas.